El mayor paraíso fiscal se llama
Estados Unidos
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Delaware, Dakota del Sur, Nevada o Alaska lideran la atracción de capitales foráneos con sus ventajas fiscales y el secretismo de compañías instrumentales sin identificar a sus propietarios
Reno, Nevada (David
Paul Morris / Bloomberg)
FRANCESC
PEIRÓN, Nueva York
Los secretos del despacho Mossack
Fonseca desvelan una gran trampa sin citarla. Silencio
administrativo.
En once millones de documentos no
figura ni un nombre sobresaliente procedente del país que acumula
más fortunas y con más ganas de esquivar impuestos, según la
tradición defendida por los republicanos y unas multinacionales que
prefieren tener el capital en el extranjero antes que pagar tasas a
su erario.
“No han salido más que los asuntos
vinculados a una firma de abogados, ahí fuera hay muchas más que
hacen lo mismo”, responde en primera instancia Mark Hays, asesor
senior de Global Witness, una entidad sin ánimo de lucro que lucha
por la transparencia financiera.
Sólo es la punta del iceberg.
“Tenemos los papeles de Panamá,
pero cualquier día podrían salir los de Nevada o Delaware”,
añade. Que no son precisamente el Caribe.
“A menudo afirmamos –insiste Hays
en conversación telefónica– que Estados Unidos es uno de los
territorios en que más fácil resulta montar compañías
instrumentales anónimas. Es tan fácil que muchos pueden dedicarse a
este negocio. Hay tanta gente metida en esto que se hace complejo
saber que está ocurriendo de verdad con el dinero”.
Esta es la clave. Ya no se precisa
buscar paraísos fiscales en localizaciones tropicales, con cocoteros
y nombres exóticos en el imaginario colectivo como islas Cayman,
Virgin, Seychelles o Bahamas, países que se han vinculado a un juego
relevante en los movimientos del patrimonio de los ricos por el
planeta.
Uno de los hechos menos conocidos, y
que la trama panameña ha ayudado a poner sobre el tapete como un
daño colateral, es que la gran industria offshore –fuera de las
costas– se halla, de facto, onshore, en el interior. De manera que
los especialistas sostienen que Estados Unidos se ha convertido en
una de los principales destinos offshore en tierra firme. Le llaman
la nueva Suiza.
“Muchas de las jurisdicciones fuera
de costas son menos atractivas para las familias internacionales que
pretenden el secreto”, asegura la página web de la South Dakota
Trust Company, una de las más activas en la captación de dinero, de
donde sea.
“En consecuencia –prosigue–, la
estabilidad de EE.UU., combinado con las leyes de fideicomiso o
confianza pueden ofrecer más garantías que los servicios offshore
basados en países menos poderosos”.
Antes del flujo exterior, Dakota del
Sur, con la ciudad de Sioux Falls de centro operativo, había
iniciado su boom en este sector, al eliminar los impuestos personales
o corporativos y con estrictas regulaciones para proteger y acorazar
los activos.
El estado de las praderas ha trepado
a la cima de esta industria, más que sospechosa para no pocos
expertos, en la que compite de forma intensa para la captación de
cuentas con Nevada –Reno es el foco–, Delaware, Alaska o Nueva
York. Estos son los nuevos puntos de interés, gracias a un conjunto
de capacidades, entre las que se incluyen “las garantías del
secreto, la minimización de impuestos, la gestión de los bienes y
la provisión al cliente de que podrá acceder a sus cuentas en
cualquier lugar del mundo”.
Así los resume el economista James
Henry en un informe que redactó para Tax Justice Network,
organización que también se dedica a combatir a los evasores. Este
colectivo sitúa a Estados Unidos en tercer lugar a nivel mundial
entre los paraísos fiscales, sólo por detrás de Suiza y Hong Kong
y por delante de las islas Cayman y Luxemburgo.
El Boston Consulting Group estima en
unos 800.000 millones de dólares el dinero foráneo atraído a
territorio estadounidense, recoge el Financial Times, por los 2,7
billones de Suiza, y con previsión de crecimiento del 6% anual, más
rápida que la de cualquier otro rival, salvo la citada ciudad China
y Singapur.
Al contrario de la creencia popular,
Estados Unidos emerge como atractivo paraíso fiscal porque no ha
firmado las regulaciones globales que fuerzan a las compañías
anónimas a desvelar los nombres de los verdaderos propietarios.
Comparado a los enclaves famosos,
EE.UU. es más indulgente y seguro como escondite de dinero. En
muchos estados, como Delaware, se puede registrar una sociedad
instrumental, con testaferros al frente, sin ningún tipo de
identificación y sin especificar al titular real de la misma. “En
algunos lugares es más fácil registrar una compañía que hacerse
con el carnet de la biblioteca”, confiesa el analista Joseph
Spangler al The Washington Post.
“Que irónico, no, que perverso,
que Estados Unidos, tan mojigato en la condena de los bancos suizos,
se haya transformado en el banquero de la jurisdicción secreta”,
escribe en un diario legal Peter Cotorceanu, abogado de Anaford AG,
una sociedad de Zúrich. “¿Escuchas ese sonido succionador? Es el
ruido del dinero que fluye rápido hacia allá”.
El gran sarcasmo, que dice Hays desde
la tribuna de una organización en pie de guerra contra esas
sociedades instrumentales sin dueño.
Que no haya americanos en los papeles
de Panamá, precisa, se debe al celo del IRS (agencia tributaria),
por perseguir a los evasores nacionales de puertas afuera y a la
continúa exigencia de Washington de vigilancia sobre la huida al
exterior.
“Estados Unidos presiona a otros
países para que establezcan regulaciones –remarca Hays–, pero le
responden que, en primer lugar, los estadounidenses deberían poner
orden en su propia casa”.
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