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domingo, 28 de diciembre de 2025

carta No. 321: Con corazón libre construimos la Paz

 

Con los ojos fijos en Él

en la realidad y la fe

Comisión ecuatoriana Justicia y Paz
carta No. 321 –28 de diciembre de 2025
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                Con corazón libre 
               construimos la Paz

“El Verbo eterno del Padre ha elegido venir al mundo de esa manera. Por amor quiso nacer de una mujer, para compartir nuestra humanidad; por amor aceptó la pobreza y el rechazo y se identificó con los que son marginados y excluidos... Jesucristo es nuestra paz, ante todo porque nos libera del pecado y porque nos indica el camino a seguir para superar los conflictos, todos los conflictos, desde los interpersonales hasta los internacionales. Sin un corazón libre del pecado, un corazón perdonado, no se puede ser hombres y mujeres pacíficos y constructores de paz”. Papa León XIV, bendición urbi et orbe, Navidad 2025.

En el día de Navidad y en el mensaje de Año Nuevo, el papa León XIV nos ha ofrecido reflexiones sobre la paz que nos invitan a ser constructores de ella y que, como creyentes, estamos llamados a asumir como una tarea impostergable e ineludible.

Vivimos en un contexto nacional marcado por la pobreza, el desempleo, la violencia y la denominada “guerra interna”, así como en una coyuntura internacional atravesada por guerras prolongadas, crisis humanitarias, desigualdades crecientes y una profunda fragilidad tanto nacional como global. La paz no puede reducirse a la mera ausencia de guerra o de conflictos, sino que debe entenderse como un proceso activo, ético y espiritual que exige conversión personal, compromiso social conjunto y responsabilidad política efectiva.

En Ecuador hemos normalizado la violencia en la vida cotidiana y nos hemos convertido, en muchos casos, en simples peones de las dinámicas violentas que atraviesan América Latina y el mundo. La violencia y la guerra no solo destruyen territorios; hieren también la conciencia moral de la humanidad, erosionan la confianza entre los pueblos y dejan cicatrices profundas en las generaciones futuras. La guerra es siempre un fracaso de la política y de la humanidad, una derrota del diálogo frente a la imposición de la fuerza. En nuestro país estamos cayendo en esta lógica al creer que con más armas y mayor presencia militar se alcanzará la paz.

No hay paz auténtica sin justicia social, dignidad humana y verdad para quienes sufren. Cuando la economía y la política producen exclusión, pobreza y nuevas formas de colonialismo, siembran conflictos que terminan estallando. En Ecuador, el desempleo, la falta de salud y educación, y la violencia estructural muestran esa injusticia; por eso es urgente poner en el centro a los más vulnerables, para que dejen de ser “daños colaterales” y la paz se vuelva un cuidado concreto de la vida.Un punto clave es la educación para la paz, especialmente entre los jóvenes. La paz se aprende y se cultiva desde temprana edad mediante la educación en la fraternidad, el diálogo intercultural y la resolución no violenta de los conflictos. Los jóvenes están llamados a soñar con un mundo más justo y a comprometerse activamente en su construcción, superando la indiferencia y el cinismo que con frecuencia paralizan a la sociedad.

La paz es inseparable del cuidado de la creación. La devastación ambiental, el extractivismo irresponsable y el cambio climático intensifican los conflictos y generan nuevas formas de injusticia. Proteger la casa común es, por tanto, una condición indispensable para una paz duradera.

El Papa, en su mensaje, hace un llamado a la esperanza activa. No se trata de un optimismo ingenuo, sino de una esperanza que nace de la fe, del compromiso cotidiano y de la convicción profunda de que la humanidad puede elegir caminos distintos a la violencia. La paz es una vocación personal y colectiva, una tarea permanente que exige valentía moral, memoria histórica y una conversión profunda del corazón.

Como Justicia y Paz, coincidimos plenamente con el mensaje del Papa. La paz se construye con justicia, diálogo, solidaridad y responsabilidad global, interpelando tanto a las conciencias individuales como a las estructuras políticas y económicas, a nivel nacional e internacional. Esperamos que en 2026 sepamos responder con esperanza, compromiso y responsabilidad al llamado del Señor: “Bienaventurados los que trabajan por la paz”. En el nuevo año estamos invitados a trabajar, con decisión y coherencia, para construir la paz. #ComuniquemosEsperanza

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