Con los ojos fijos en Él
en la realidad y la fe
Comisión
ecuatoriana Justicia y Paz
carta No. 292– 8 de junio 2025
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Niñez: entre las sombras y la esperanza
“La gran pregunta para todos:
¿Por qué sufren los niños? ¿por qué sufren los niños? Recién cuando el corazón
alcanza a hacerse la pregunta y a llorar, podemos entender algo…Los invito a
que cada uno se pregunte: ¿Yo aprendí a llorar? ¿Yo aprendí a llorar cuando veo
un niño con hambre, un niño drogado en la calle, un niño que no tiene casa, un
niño abandonado, un niño abusado, un niño usado por una sociedad como
esclavo?... y la gran respuesta que podemos hacer todos nosotros es aprender a
llorar”. Papa Francisco, 2015.
Cada 1 de junio en Ecuador se celebra el Día del Niño,
una fecha instituida para reconocer y promover los derechos de la infancia. Sin
embargo, hoy cabe preguntarnos si esta conmemoración se ha reducido a un
festejo comercial más, o si aún conserva su verdadero sentido: valorar la
importancia de la niñez y defender sus derechos. Recordemos que, si los
derechos no son para todos, dejan de ser derechos y se convierten en
privilegios.
Vivimos en una sociedad que muestra dos rostros frente
a la infancia. Por un lado, se proclama el derecho a la vida, según el cual
todo niño debería nacer, vivir y desarrollarse en un entorno seguro. Pero, por
otro lado, se elude la responsabilidad hacia los niños que ya han nacido,
especialmente aquellos que crecen en hogares donde no se garantiza un ambiente
adecuado que favorezca su sano desarrollo.
Se afirma que cada niño, desde su nacimiento, tiene
derecho a un nombre, a una nacionalidad y a vivir en familia, en un entorno de
afecto y seguridad. Mientras tanto, el mundo es testigo de la aniquilación de
familias enteras y de miles de criaturas inocentes en guerras genocidas, que
dejarán tras de sí tumbas sin nombre en países que algunos pretenden borrar del
mapa.
Aunque se proclama el derecho de los niños a la
educación, la salud y la protección, en la práctica estos derechos no alcanzan
a quienes viven en pobreza extrema. Muchos son excluidos del acceso básico y,
peor aún, terminan siendo víctimas de explotación, violencia y esclavitud,
usados como herramientas por redes criminales o por intereses económicos sin
ética.
Vemos con preocupación cómo las nuevas tecnologías y
medios digitales, sin una adecuada mediación adulta, se convierten en espacios
de manipulación mental. Niños sin acompañamiento ni filtros caen en juegos,
redes y trampas cuyos efectos psicológicos y emocionales son devastadores,
provocando verdaderas tragedias familiares y sociales.
A pesar de que se predica el derecho a la igualdad,
persisten formas sutiles de discriminación y segregación, incluso en entornos
escolares, donde el bullying y el racismo siguen marcando a muchas infancias.
Y quizá una de las tragedias más dolorosas —y a la vez
más invisibilizadas— es la discriminación contra las niñas. Muchas de ellas
siguen siendo privadas de estudiar, forzadas a realizar tareas domésticas,
expuestas a violencia de género o incluso obligadas a contraer matrimonio a
edades tempranas.
“Al mundo de hoy le falta llorar. Lloran los
marginados, lloran los que son dejados de lado, lloran los despreciados; pero
aquellos que llevamos una vida más o menos sin necesidades, no sabemos llorar.
Solamente ciertas realidades se ven con los ojos limpios por las lágrimas. Los
invito a que cada uno se pregunte: ¿Yo aprendí a llorar? ¿Aprendí a llorar
cuando veo a un niño con hambre, un niño drogado en la calle, un niño que no
tiene casa, un niño abandonado, abusado, esclavizado por una sociedad sin alma?” — Papa Francisco.
Preguntémonos con honestidad si nuestra postura es
coherente con el Evangelio y si asumimos verdaderamente la responsabilidad
moral de exigir garantías reales para que todos los niños —sin excepción—
reciban los cuidados que el Estado y la sociedad deben brindarles. Sobre todo,
aquellos más pobres, más olvidados, más vulnerables. Los descartados. Los que
no tienen otra voz que la de Dios. Porque al final, de ellos es el Reino.
#ComuniquemosEsperanza
Con los ojos fijos en El, en la realidad y la
fe" es una publicación de la Comisión ecuatoriana Justicia y Paz,
resultado de reuniones periódicas de los miembros de la Comisión para analizar,
reflexionar y proponer alternativas, a través de estas cartas.
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