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sábado, 7 de junio de 2025

carta No. 292: Niñez: entre las sombras y la esperanza

 

 

 

Con los ojos fijos en Él

en la realidad y la fe

Comisión ecuatoriana Justicia y Paz
carta No. 292– 8 de junio 2025
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Niñez: entre las sombras y la esperanza 

“La gran pregunta para todos: ¿Por qué sufren los niños? ¿por qué sufren los niños? Recién cuando el corazón alcanza a hacerse la pregunta y a llorar, podemos entender algo…Los invito a que cada uno se pregunte: ¿Yo aprendí a llorar? ¿Yo aprendí a llorar cuando veo un niño con hambre, un niño drogado en la calle, un niño que no tiene casa, un niño abandonado, un niño abusado, un niño usado por una sociedad como esclavo?... y la gran respuesta que podemos hacer todos nosotros es aprender a llorar”. Papa Francisco, 2015.


Cada 1 de junio en Ecuador se celebra el Día del Niño, una fecha instituida para reconocer y promover los derechos de la infancia. Sin embargo, hoy cabe preguntarnos si esta conmemoración se ha reducido a un festejo comercial más, o si aún conserva su verdadero sentido: valorar la importancia de la niñez y defender sus derechos. Recordemos que, si los derechos no son para todos, dejan de ser derechos y se convierten en privilegios.

Vivimos en una sociedad que muestra dos rostros frente a la infancia. Por un lado, se proclama el derecho a la vida, según el cual todo niño debería nacer, vivir y desarrollarse en un entorno seguro. Pero, por otro lado, se elude la responsabilidad hacia los niños que ya han nacido, especialmente aquellos que crecen en hogares donde no se garantiza un ambiente adecuado que favorezca su sano desarrollo.

Se afirma que cada niño, desde su nacimiento, tiene derecho a un nombre, a una nacionalidad y a vivir en familia, en un entorno de afecto y seguridad. Mientras tanto, el mundo es testigo de la aniquilación de familias enteras y de miles de criaturas inocentes en guerras genocidas, que dejarán tras de sí tumbas sin nombre en países que algunos pretenden borrar del mapa.

Aunque se proclama el derecho de los niños a la educación, la salud y la protección, en la práctica estos derechos no alcanzan a quienes viven en pobreza extrema. Muchos son excluidos del acceso básico y, peor aún, terminan siendo víctimas de explotación, violencia y esclavitud, usados como herramientas por redes criminales o por intereses económicos sin ética.

Vemos con preocupación cómo las nuevas tecnologías y medios digitales, sin una adecuada mediación adulta, se convierten en espacios de manipulación mental. Niños sin acompañamiento ni filtros caen en juegos, redes y trampas cuyos efectos psicológicos y emocionales son devastadores, provocando verdaderas tragedias familiares y sociales.

A pesar de que se predica el derecho a la igualdad, persisten formas sutiles de discriminación y segregación, incluso en entornos escolares, donde el bullying y el racismo siguen marcando a muchas infancias.

Y quizá una de las tragedias más dolorosas —y a la vez más invisibilizadas— es la discriminación contra las niñas. Muchas de ellas siguen siendo privadas de estudiar, forzadas a realizar tareas domésticas, expuestas a violencia de género o incluso obligadas a contraer matrimonio a edades tempranas.

“Al mundo de hoy le falta llorar. Lloran los marginados, lloran los que son dejados de lado, lloran los despreciados; pero aquellos que llevamos una vida más o menos sin necesidades, no sabemos llorar. Solamente ciertas realidades se ven con los ojos limpios por las lágrimas. Los invito a que cada uno se pregunte: ¿Yo aprendí a llorar? ¿Aprendí a llorar cuando veo a un niño con hambre, un niño drogado en la calle, un niño que no tiene casa, un niño abandonado, abusado, esclavizado por una sociedad sin alma?” — Papa Francisco.

Preguntémonos con honestidad si nuestra postura es coherente con el Evangelio y si asumimos verdaderamente la responsabilidad moral de exigir garantías reales para que todos los niños —sin excepción— reciban los cuidados que el Estado y la sociedad deben brindarles. Sobre todo, aquellos más pobres, más olvidados, más vulnerables. Los descartados. Los que no tienen otra voz que la de Dios. Porque al final, de ellos es el Reino. #ComuniquemosEsperanza

 

 

Con los ojos fijos en El, en la realidad y la fe" es una publicación de la Comisión ecuatoriana Justicia y Paz, resultado de reuniones periódicas de los miembros de la Comisión para analizar, reflexionar y proponer alternativas, a través de estas cartas.

 

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