“las puertas del infierno no prevalecerán contra ella”
Mt 16,18
Mt 16,18
Querido Papa Francisco:
Quienes
suscribimos esta carta somos ciudadanos del Ecuador, país al que diste prueba
de tu afecto al visitarlo hace dos años. Durante tu estancia en nuestro país, sentimos
la trascendencia de tu magisterio y la bondad de tu corazón, que a todos los
seres humanos considera y ama por igual y, al mismo tiempo, fuimos testigos de
tu justificada predilección por los pobres y necesitados. Nos anunciaste entonces que “el mejor vino está por venir”, y
quedamos contentos. Y llenamos calles y
plazas, para oír tu mensaje, en Quito, Guayaquil, el Quinche, la Universidad
Católica…
Y
quedamos soñando con la inspiración espiritual que nos dieron tus palabras de
sabiduría y bondad, con las que describiste un mundo mejor en el que los más
pequeños, los refugiados, los migrantes, los que poco y nada significan para
las sociedades materialistas, puedan tener una vida más humana, justa y
solidaria.
Tus
palabras de trascendencia espiritual y de humana justicia no han sido
comprendidas por todos y se han puesto de manifiesto en críticas tan injustas
como desmedidas. Pero nada de eso
modifica el valor y la importancia de la prédica evangélica que, reconociendo
las imperfecciones del ser humano, siempre se ha orientado a propiciar un mundo
de fraternidad y justicia.
Las
falencias propias de la naturaleza humana nos afectan a todos y son tanto más
graves cuando sus protagonistas son aquellos precisamente llamados a dar
ejemplo de rectitud, y sus víctimas los indefensos. Tú has tenido el coraje de pedir perdón a la
humanidad por los delitos cometidos por algunos miembros del sacerdocio, cuya
censurable conducta, sin embargo, no puede ser utilizada para responsabilizar y
condenar a la Iglesia ni menos aún, para caracterizarla. Estamos seguros, Papa Francisco, que seguirás
tomando las medidas más apropiadas para afrontar y resolver este grave
problema.
Querido
Francisco: somos cristianos de diversas Iglesias, denominaciones y doctrinas,
algunos incluso no practicamos ningún credo religioso, pero todos observamos
indignados los intentos de quienes quieren acallar tu voz profética y tu
mensaje de fraternidad, sin percatarse de que sus insensatas generalizaciones
afectan la autoridad moral de una institución que ha desafiado las tormentas de
la historia para representar, desde siempre, el referente al que vuelve sus
ojos la humanidad para guiar sus pasos por el mundo terrenal, con los ojos
puestos en la eternidad: la Iglesia Católica.
Quedamos
pues, como siempre nos pides, en oración y acción diaria para acompañar tu
pontificado hacia una Iglesia solidaria y abierta para todos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario