Con los ojos fijos en Él
en la realidad y la fe
Comisión ecuatoriana Justicia
y Paz
carta No. 245 – 14 de julio 2024
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La sociedad puede reprimir eficazmente
el crimen sin quitar definitivamente al que lo cometió la posibilidad de
redimirse. Siempre, en toda condena,
debe haber una ventana a la esperanza”. (Papa Francisco, agosto 2022).
El 21 de abril se realizó el referéndum y consulta popular, el pueblo ecuatoriano respondió favorablemente a las 9 preguntas relacionadas con la seguridad, el aumento de penas y otros aspectos conexos. Estas decisiones respondían a la angustia ante la situación de violencia que padecemos por los crímenes, secuestros y extorsiones realizados por los grupos de delincuencia organizada (GDO).
El presidente envió a la Asamblea
Nacional una propuesta en relación con lo aprobado por el pueblo para que la
debatiera y aprobara. La Asamblea aprobó casi por unanimidad. Más allá de las
disputas en la escena, hay coincidencias entre el Ejecutivo y el Legislativo en
los temas de fondo. Formal
mente se cumplió lo resuelto en la consulta. El
problema está en el espíritu de la propuesta, creer que el endurecimiento de
penas es la solución a la violencia del crimen organizado.
Las investigaciones y las
experiencias en otros países cuestionan que el incremento de penas conduzca a
una disminución de la violencia, causando un efecto disuasorio. Hay que
cuestionar si las nuevas penas guardan una adecuada proporcionalidad con los delitos
señalados. Incluso surgen dudas sobre la correcta aplicación de lo aprobado
dada la actual situación de desprestigio y corrupción de una parte de la
justicia ecuatoriana, que puede encontrar más bien la oportunidad para negociar
impunidades con la delincuencia organizada.
La mayor parte de estos
delincuentes, gatilleros y terroristas son jóvenes, muchos de ellos menores de
edad, cooptados por los GDO en barrios marginales, que carecen de presente y
futuro, que en muchas ocasiones entran en estos grupos por su pobreza, necesidad
o por presión de los cabecillas de esas bandas. ¿Qué futuro les espera a estos
adolescentes y jóvenes cuando se enfrenten a la justicia? ¿Tendrán posibilidad de rehabilitarse y de
reintegrarse a la sociedad cuando cumplan sus condenas? Con este tipo de
propuestas se abandona la visión de la rehabilitación para quedarse solo en la
represión y el castigo. En la cárcel no están los grandes capos, los autores
intelectuales y los beneficiarios de la violencia y el delito organizado.
A las cárceles se las conoce como
auténticas “universidades del crimen”; las bandas de GDO prácticamente los
gobiernan de facto y, para sobrevivir, los reclusos tienen que unirse a alguna
de ellas. La intervención de los militares ha contribuido para la disminución
de asesinatos y muertes en los centros de reclusión, ya que el SNAI mostró de
manera fehaciente su ineficacia y corrupción. A esto se suma la crisis por la
falta de alimentación.
La definición ampliada de terrorismo
abre la puerta a involucrar en estos delitos a actores sociales que se oponen a
las actuaciones ilegales o ilegítimas del Estado. De modo que el incremento de
penas puede apuntar al refuerzo de la criminalización de la lucha social.
Las personas que han delinquido
deben cumplir con justicia su condena, pero como señala el Papa, debemos
abrirles “una ventana a la esperanza”. La mera represión tiene más que ver con
la vieja ley del talión, mientras que la rehabilitación está más cercana al
arrepentimiento y al perdón, que es don y gracia de Dios.
Como cristianos no podemos
desentendernos de lo que ocurre en las cárceles, debemos exigir que se instaure
un auténtico proceso de rehabilitación que ofrezca a las personas privadas de
libertad y a los adolescentes infractores, esa necesaria esperanza. Hay que
crear los mecanismos para que el tiempo de reclusión sea bien utilizado y les
permita reflexionar y cambiar su rumbo para ser útiles a la sociedad.
Mirar por la situación de los presos
es un deber de todos, recordemos que en el juicio final el Señor nos dirá:
“Estuve en la cárcel y vinieron a verme… estuve encarcelado y no me visitaron”
(Mateo, 25, 36 y 43). #ComuniquemosEsperanza
Con los ojos fijos en El, en la realidad y la
fe" es una publicación de la Comisión ecuatoriana Justicia y Paz,
resultado de reuniones periódicas de los miembros de la Comisión para analizar,
reflexionar y proponer alternativas, a través de estas cartas.
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